Cuando fundaron los Estados Unidos de América a finales del siglo XVIII, los creadores de esa nación discutieron ampliamente sobre la estructura de gobierno. Tenían claro, entre otras cosas, que el Departamento del Tesoro era tan importante como el de Comercio, y que el Departamento de Estado debía regir tanto la vida interior como las relaciones internacionales; eran un país de migrantes llamado a tener comercio y relaciones con todo el mundo. En ese contexto discutieron también si debería o no existir un Departamento de Cultura y decidieron que no, pues siendo una país plural, formado en gran medida por personas que venía huyendo de culturas hegemónicas, resultaba un completo contra sentido crear una cultura de Estado, no digamos de gobierno. Sin embargo, para proteger y fomentar no la cultura sino las culturas, establecieron que el gasto en actividades culturales y artísticas tuviera una alta deducibilidad de impuestos.
En el México del siglo XIX, en la Constitución de 1847, copiamos en mucho la de los vecinos del Norte, eso sí, nosotros hicimos una versión barroca; no podía ser de otro modo. Durante todo el siglo XIX y ya entrado en XX no existe realmente una institución gubernamental dedicada a la cultura. Existieron dentro del ministerio de educación escuelas de artes y oficios y museos, pero nunca algo parecido a una cartera de cultura.
Con la revolución surge la necesidad de la creación de instituciones culturales con el fin de generar una identidad nacional y revolucionaria. Dentro de la Secretaría de Educación se van creando diferentes direcciones que tiene como fin la promoción de la cultura y el cuidado del patrimonio histórico, pero no es hasta 1946, con Miguel Alemán, que nace el Instituto Nacional de Bellas Artes (No es gratuito que el mismo presidente que institucionaliza la revolución con la creación del PRI institucionaliza también la cultura). Con Salinas Gortari a y las ideas modernizadoras se crea el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) con el propósito de darle más amplitud e independencia a la cultura (también quiso cambiar al PRI, pero eso no pudo).
La discusión sobre si el Estado debe o no promover, financiar, gastar en cultura es tan vieja como la idea de Estado Nación. Lo que es claro es que donde funciona es en los países donde la cultura se maneja como una institución de Estado y no de gobierno. Crear una secretaría no es una paso hacia adelante en materia de cultura, por el contrario. Nada aniquila tanto a la cultura como la burocracia; lo hemos visto y lo vemos en las instituciones de los gobiernos estatales. Si vamos a cambiar una institución centralista y regida por camarillas y capillas culturales, como Conaculta, por una secretaría donde los burócratas decidan qué es arte y qué no, vamos para atrás.
Crear una secretaría no es una paso hacia adelante en materia de cultura, por el contrario. Nada aniquila tanto a la cultura como la burocracia
